El origen del término literacidad proviene
del inglés literacy que significa estado o condición de ser educado,
de saber leer y escribir. Para Daniel Cassany (2005), la literacidad
abarca conocimientos y actitudes necesarios para el uso eficaz en una comunidad
de los géneros escritos. Por consiguiente, Thompson (2016) la define
como el: “Conjunto de competencias y habilidades que capacitan a la
persona para recoger y procesar la información en determinado contexto mediante
la lectura y convertirla en conocimiento, el cual puede ser manifestado
oralmente o mediante la escritura”.
La literacidad digital, aludida por otros
autores como Blake (2015), es “la habilidad de diseminar y evaluar la
información, ya que no podemos cambiar la cantidad de la misma”. En
ese mismo sentido para Quiróz y Norzagaray (2017) es “un conjunto de
habilidades intelectuales que permiten al sujeto desenvolverse crítica y
eficazmente en la sociedad digitalizada, a través de los dispositivos
digitales y tecnológicos, este conjunto de habilidades se compone de tres
dimensiones: administración de la información, creación de nuevos
conocimientos, y comunicación, socialización y colaboración”.
La literacidad digital analizada desde
diversos enfoques se puede concebir como las habilidades para la
búsqueda, selección y uso de información a través de la producción de
conocimiento y socialización en diversas representaciones (texto, multimedia, entre
otros) empleando para ello herramientas y medios digitales, respetando los
derechos de autor y las normas de la sociedad digital.
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